30 de noviembre de 2010

Veintisiete.

Junio de 2010

Era el día del padre y habíamos arreglado para almorzar juntos, con mis hermanas y G. en un restorán que eligió Mi Padre. Mi hermana del medio se ofreció (al fin!) a comprarle el regalo, aliviandome la tarea de tener que salir a recorrer vidrieras y pensar qué cuernos regalarle. Llegamos temprano. Mi viejo y mi hermana más chica ya estaban sentados en una mesa en la vereda. Por suerte había sol, porque era un día de Junio bastante fresco y el vientito no ayudaba. Pero como mi viejo no puede dejar de fumar un minuto tenemos que sentarnos afuera. El almuerzo estuvo bastante ameno. Mientras esperábamos la comida mi hermana menor se puso a contar del bebé que había tenido una de sus amigas hace muy poquito.

-Ay. Si… no sabés que lindo Pedrito… Es tan chiquitito…

Y así siguió un rato hablando del parto, de los pañales y la teta y blablabla. Hasta que me miró y dijo:

-Bueno ¿Y vos para cuando? Mirá que los ovarios tienen fecha de vencimiento, se te van a poner viejos…

La comida se me quedó atragantada. Estuve a un paso de levantarme e irme. -Estoy a cinco cuadras de mi casa, porqué carajo tengo que soportar esto en este momento- pensaba.

-¿Porqué no te vas un poquito a cagar? No hace falta que te pongas agresiva…

-¿Agresiva? Es un chiste, nena… No entendés nada…

Un chiste. Esa es la excusa justa, la de siempre. Te mando a cagar, pero no te enojes, era un chiste. Te digo que sos una vieja chota, que se te está pudriendo el útero, pero era un chiste. Qué linda es la familia…

27 de noviembre de 2010

Veintiseis.

¿Qué hago? ¿Lo cuento o no lo cuento? ¿Y a quién le cuento? Dicen que es mejor no decir nada hasta el tercer mes de embarazo, que en los primeros meses es más probable perderlo y que trae mala suerte hablar. Yo no soy supersticiosa. En realidad odio las supersticiones, amo los gatos negros, paso la sal de mano en mano y me divierte horrores pasar por debajo de las escaleras. Pero no se si quiero contarlo. No por la mala suerte, sino porque es medio complicado hablar de algo antes de concretarlo. Cuanto más uno lo cuenta más se hace la cabeza, y más duele después la desilusión si no se da. Y tampoco sé si quiero que me estén presionando con las preguntas constantes sobre si quedé o no quedé… Mi hermana y mi Cuñada vienen hinchando hace meses con que quieren sobrinitos, así que a ellas no se lo puedo contar. Y mi vieja… si se lo cuento en un mal día va a empezar a cuestionarme todo, si estoy segura, si la situación económica, si blablabla. Y para cuestionarmelo ya está bien conmigo misma. Por ahora solo lo saben mi Analista y mi Ginecóloga. En realidad creo que es mejor no decirle nada a nadie. No se si quiero que opinen, que se metan…

-Me parece que prefiero que por ahora no se lo digamos a nadie. No quiero que se estén metiendo, ni que me vuelvan loca a preguntas… -le digo a G. mientras cenamos.

-Tenés razón. No digamos nada. Después vamos viendo…

Pero unos días después vienen dos amigas a cenar. Y no puedo aguantarme…

-Les quiero contar algo… pero que quede acá entre nosotras. G y yo decidimos dejar de cuidarnos…

-… ¿Vamos a ser tías? –pregunta una toda emocionada…

-Bueno, si… en algún momento. Recién estamos empezando y puede que tome un tiempo…

-¡Qué bueno! Felicitaciones!

-Si, estoy contenta, pero un poco asustada… cuando me pongo a pensar…

-Va a estar todo bien, nena…

-Si, lo único que les pido es que se lo tomen con calma… Se los cuento  ustedes dos porque confío que no me van a volver loca…

25 de noviembre de 2010

Veinticinco.

Cuando terminé de hacerme todos los estudios volví al consultorio de la Ginecóloga. Después de la ya rutinaria pérdida de tiempo en la sala de espera, me hizo pasar.
Le dí los estudios, los miró y dijo:


-Bueno… por lo que veo acá está todo bien… ¿Vos como estás?

-Bien, solo un poco molesta con el Ácido Fólico. Me parece que me cae mal…

-No puede ser… -dijo contrariada.

-Bueno, lo tomé dos semanas y me empecé a sentir mal del estómago. Lo suspendí una semana y se me pasó. Volví a tomarlo y otra vez empecé a sentirme mal. Yo creo que es por eso…

-Es raro. ¿Cómo lo tomás?

-A la mañana con el desayuno.

-Bueno, probá tomarlo a la tarde con un té y unas galletitas.

Jamás en mi vida tomé té y no voy a empezar ahora –pensé- pero supongo que con el café será lo mismo.

-Ok. ¿Y como seguimos? ¿Falta algo más?

-No, ya está. Los estudios dieron bien, ya tenés las vacunas. Ahora hay que tener relaciones sexuales por lo menos dos veces por semana y cuando terminen quedate en la cama acostada por lo menos por media hora…

No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Será posible que tenga que aclararme eso? ¿Será que hay gente que no sabe que para tener hijitos hay que tener sexo? ¿Creerán que hay que plantar repollos o mandar cartitas a París?

-Si… claro… ya se va a dar, tampoco es urgente… -le contesté.

-Bueno… y me venís a ver cuando tengas un atraso…-dijo sonriente- No te hagas el Evatest, me venis a ver y hacemos el análisis de sangre que es más fiable…

-Está bien –dije, reprimiendo la ironía. Claro… como si yo fuera capaz de aguantarme la ansiedad…

23 de noviembre de 2010

¡¡Felíz Día!!


Interrumpimos la programación habitual de este sitio para dirigirnos a ustedes, ¡Sí a ustedes! A los que todos los días entran, leen y se van sin dejar sus comentarios. ¡Los felicitamos en su día! Hoy es el día del lector anónimo, una inciativa del Capitan Intriga y sus secuaces. Así que hoy, pueden aprovechar para salir del anonimato y simplemente dejar su huellita, con un saludo o lo que quieran escribir. Y de paso se animan a comentar más seguido, que no es tan difícil y casi no duele!

Y si no se animan... bueno, Feliz Día igual! :)

Gracias a todos ustedes por pasar y darle sentido a lo que uno escribe.

Veinticuatro.

Me hizo dudar. La verdad era que no había chance, las cuentas no daban. Lo más probable era que fuera por el Ácido Fólico, pero de todos modos ya me había entrado la duda. Sabía que era una estupidez soberana, que era totalmente prematuro, pero no lo pude evitar. Una vez que se me mete una duda en la cabeza es cómo un cáncer, crece y crece sin parar. Ese mismo día, mientras volvía de lo de mi analista, pasé por una farmacia a comprar un test de embarazo. Dos en realidad, porque justo estaban en promoción a dos por uno. En algún momento me van a servir, -pensé, mientras iba a la caja con las dos cajitas, entre orgullosa y avergonzada.


Llegué a casa, saqué el test del envase y lo hice siguiendo al pie de la letra las instrucciones, aún sabiendo que no tenía ningún sentido. Por las dudas, para quedarme tranquila. Todavía era muy rápido y no sabía si quería que diera positivo. Necesitaba de algún tiempo para digerirlo todavía. Casi prefería que diera negativo. Aunque… seamos sinceros, alguna ilusión me hacía. Si me daba positivo no me hubiera molestado. No había chance, pero no me hubiera molestado.




Después de cinco minutos confirmé que algunos cálculos todavía son necesarios y que los imposibles siguen siendo imposibles. Por supuesto que dio negativo. Y menos mal. Todavía tenía tantas cosas por resolver.

Un rato más tarde cuando G. llegó del trabajo se encontró con la cajita...


-Te hiciste un test y no me avisaste? –preguntó entre curioso y enojado.

-Si hubiera dado positivo te avisaba.

-No, no. La próxima te lo hacés conmigo. No quiero que te enteres vos solita…

20 de noviembre de 2010

Veintitrés.

No había chances de estar embarazada. Había dejado las pastillas hacía pocas semanas, dos o tres como máximo y casi no nos habíamos tocado. Estábamos muy cansados los dos, y probablemente un poco asustados por la decisión que estábamos tomando.

Todavía no me había hecho la ecografía así que no tenía el turno con la Ginecóloga, y tampoco daba ir a verla para preguntarle solo eso, ni llamarla. Era una estupidez mía. El Ácido Fólico es solo un complemento, no puede pasar nada si lo dejo de tomar -pensé- voy a probar dejarlo una semana y si se me pasa confirmo que era eso. Y así lo hice. A partir del día siguiente dejé de tomarlo. El martes tenía sesión así que se lo conté a Mi Analista…

-No sabés, estuve todo el fin de semana con el estómago revuelto, el domingo casi no me podía dormir. No sabía cómo acomodarme en la cama de las náuseas. Me quedé en la cama dando vueltas y pensando… Estoy hecha una tarada. Para mí que es por el Ácido Fólico…

-¿No estarás... embarazada?

-Eh?? No… No hay chances… los números no dan… Dejé las pastillas hace dos o tres semanas y la semana pasada que es cuando se supone que estuve ovulando… nada. Él estaba medio mal… y yo después estaba cansada… Salvo que sea como la Virgen María no hay chance…

-¿Estás segura? Mirá que el inconciente es así… Yo que vos me haría un Test…

-...

18 de noviembre de 2010

Veintidos.

Me puse a pensar y lo único que se me ocurrió fue que debía ser el Acido Fólico. Me acordé que de chica la dermatóloga me había recomendado tomar Vitamina A y me había causado una reacción similar. Tuve que dejar de tomarlo porque vivía con el estómago revuelto. Incluso me había dado uno que era efervescente pero no había caso, me caía mal. ¿Sería eso?

Como no me podía dormir y estaba harta de dar vueltas en la cama, prendí la compu y pedí una consulta con el Dr. Google.

Encontré montones y montones de páginas de consultas sobre el embarazo. Y parece que todos hacíamos las mismas preguntas. Ahí me enteré que el Acido Fólico es la vitamina V9 que se encuentra en muchos alimentos por ejemplo en las verduras de hojas verdes, las legumbres y cereales y algunas frutas.  Hasta ahí estaban todos de acuerdo. La cosa se complicaba un poco cuando me ponía a buscar sobre los efectos adversos de tomar Acido Fólico. En la mayoría de las páginas decían que no tenía efectos adversos ni estaba contraindicado, salvo en caso de epilepsia (Que no es mi caso). En algunas pocas páginas decían que las vitaminas del grupo B son de difícil absorción y que podían causar algunas molestias personas con sindrome de malabsorción. ¿Sería eso? La verdad es que no tenía ni la menor idea de qué se trataba, ni si yo podía tener algo de eso. Me sonaba que mi abuela lo había tenido, pero tal vez estaba divagando. Había pocas consultas de mujeres que decían que el Acido Fólico les caía mal, y la mayoría de las respuestas de médicos decían que no podía ser y que lo tenían que seguir tomando.

Pero si yo me alimento bien, como un montón de frutas y verduras, ¿Será realmente necesario tomar el Ácido Fólico? Si nuestras mamás no lo tomaban y salimos todos bastante normalitos…

16 de noviembre de 2010

Veintiuno.

Esa misma semana empecé a tomar el Ácido Fólico, en cuanto terminé la última caja de pastillas. Una pastillita de un miligramo todas las mañanas antes de desayunar. Saqué el turno para aplicarme la vacuna y para hacerme la ecografía. Lo de cuidarnos un mes o dos con preservativo no me convencía. Nunca nos había resultado cómodo, sobre todo a él. Y no tenía mucho sentido, después de todo ya nos habíamos decidido. ¿Qué diferencia podía haber? No es que hubiera mucho apuro, iba a venir cuando viniera y sabía que era poco probable que pasara en los primeros meses. Pero si tenía que pasar iba a pasar.
La vacuna me la aplicaron a los pocos días.

-Cuando llegues a tu casa ponete hielo en el brazo y no te rasques ni te frotes.

Dijo la chica del vacunatorio, pero obviamente en cuanto llegué a casa me olvidé por completo. Me acordé a la mañana siguiente cuando sentía que el brazo se me había hinchado, estaba caliente y me latía. Ya era tarde. Durante un par de días me siguió doliendo. No puedo ser tan mañosa –pensaba- esto me debe doler a mí sola. Pero tuve que dormir del otro lado y me costaba levantar el brazo para agarrarme del caño del colectivo. Por suerte pasó a los pocos días.

Unos días después empecé a sentir el estómago raro. No llegaban a ser náuseas pero sentía el estómago revuelto… y como duro. Y me daba un poco de asquito la comida. No debe ser nada –pensé- me habrá caído mal algo que comí. Pero siguió así e incluso peor. Para cuando llegó el fin de semana ya me empezaba a sentir francamente mal. Estaba mareada y tenía náuseas, tanto que el domingo me costó dormirme. ¿Qué mierda me estará pasando? –me preguntaba- no es algo que me pase seguido sentirme mal del estómago. Dolores de cabeza, contracturas, si, pero del estómago... muy raras veces. ¿Qué sería?

13 de noviembre de 2010

Veinte.

-Hola, ¿Cómo estás? -preguntó.

-Bien… -dije mientras me sentaba, tratando de no putearla por la interminable espera… no hubiera tenido sentido.

-Yo te vi hace unos meses ¿No? –dijo, consultando la ficha garabateada con letra ilegible.

-Sí. Quería consultarte porque… bueno… con mi novio estamos pensando en empezar a buscar un embarazo…

-Ahá…

-Y... bueno… quería saber cómo seguir… qué habría que hacer…

-¿Vos te estás cuidando con pastillas, no?

-Sí.

-Bueno, lo ideal sería que dejes de tomar las pastillas y durante un mes o dos se cuiden con preservativo… mientras tanto estaría bueno que empieces a tomar el Ácido Fólico. Te voy a hacer la recetita y tomás una por día, preferiblemente en el horario que tomabas las pastillas, así te acordás… y… ¿Cómo están tus vacunas?

-La última que me di es la de la Rubéola hace unos años, cuando hicieron la campaña de vacunación. El resto ni idea. No me doy vacunas en general. Lo que se es que toxoplasmosis ya tuve…

-Bien. Te voy a dar la receta para que te apliques la Doble. Y además quiero que te hagas una ecografía transvaginal para que nos quedemos tranquilas que está todo bien.

Me da los papelitos con todas las recetas.

-Bueno, entonces ¿te veo cuando tengas los resultados?

-Si… entonces ¿Cuándo dejo de tomar las pastillas? –pregunté con más dudas que certezas.

-En cuanto termines la próxima caja… -dijo, como quien dice una obviedad. Pero para mí no era tan obvio, no estaba tan segura.

-Ok…

Nos saludamos y salí con todos los papelitos en la mano y con la sensación de que me habían dado un empujón al borde del precipicio. En el fondo tal vez fuera lo que necesitaba…

11 de noviembre de 2010

Diecinueve.

Llegué a casa y me puse a buscar la agenda del año anterior, tratando de rescatar el teléfono de la Ginecóloga. Era la misma que me venía atendiendo hace poco más de un año, la que me daba la receta para las pastillas anticonceptivas. De paso me quedaban pocas pastillas, podría pedirle un par de cajas más antes de decidirme a dejarlas directamente –pensé. La había elegido porque me quedaba cerca el consultorio, pero la verdad es que ésta médica no me convencía demasiado. Era un poco antipática y siempre tenía mucha demora, cosa que odio de los médicos. Si te dan un turno ¿Porqué no pueden respetarlo? Nada más odioso que perder una hora o más en una sala de espera horrible. Pero no era momento de ponerse a buscar Ginecóloga nueva, era solo para preguntarle algunas cosas y ver cómo seguir. Encontré el número y llamé. Me dieron el turno para la semana siguiente.

Ese día me levanté temprano, casi contenta. Mientras caminaba las pocas cuadras que me separaban del consultorio alternaba entre una sonrisa soñadora imaginándome un futuro con panza y los miedos que seguían cruzándose por mi cabeza. ¿Era un buen momento? ¿No sería mejor esperar que mejorara lo económico, que pudiéramos mudarnos a un departamento más grande, que tengamos más trabajo? ¿Y que voy a hacer con mis pacientes? ¿Tendría que seguir tomando pacientes nuevos o no? Todavía no me daba cuenta de lo mucho que me estaba adelantando. Pero nunca me fue fácil esperar.

Y hablando de esperar, eso hice. Pacientemente al principio, y después cada vez menos hasta que empecé a dudar si seguía esperando o me iba y buscaba otra Ginecóloga. Así pasó una hora y casi veinte minutos en una sala de espera chiquita y oscura, llena de mujeres de todas las edades que entraban y salían. Estuve a punto de levantarme un par de veces para irme dando un portazo, pero me aguanté. Ya debe faltar poco –pensaba- las que estaban cuando yo entré ya se fueron…

Hasta que escuché a la médica intentando pronunciar mi apellido en voz alta…

9 de noviembre de 2010

Dieciocho.

Fines de Abril de 2010


Llego al consultorio de mi analista, me acuesto en el diván y…

-El otro día tuve un sueño… uno de esos que te dejan pensando…

-…

-Estaba embarazada de siete meses y con una panzota enorme. Estábamos en un lugar como de veraneo, con playa y estábamos haciendo una cola larguísima. Había mucha gente. No sé si era para que nos atendiera un médico o algo así. Yo estaba con algunos amigos y no quería que me dejaran pasar antes por la panza. Incluso dejaba pasar a algunas personas. Estaba muy contenta con mi panzota y no me molestaba para nada esperar. Empezábamos a hablar con gente en la cola. En un momento avanzábamos y adelante nuestro había un negro que tenía un piercing con un brillante grandote en un párpado, abajo de la ceja. Nos empezaba a contar que de donde él venía se los hacían a todos así, que era un símbolo de algo. Y hablábamos de mi panza. Yo me levantaba la remera (tenía una remera blanca grandota y abajo ¿una malla?) y se la mostraba. La panza era muy redonda y tenía una línea marcada, como muchas embarazadas tienen en el centro de la panza. Solo que ésta no era de color oscuro, y estaba corrida hacia el lado derecho de la panza. Después empezábamos a hablar de médicos y uno de mis amigos decía que muchas mujeres embarazadas consultan a los obstetras y se ponen mal porque se ven gordas y feas. Yo me miraba en un vidrio que había enfrente y le decía:

-Pero yo no me veo fea -mientras me acariciaba la panza- se nota que estoy embarazada…

-Y me desperté así como… contenta. Casi orgullosa…

-mmm… ¿Hace falta que diga algo…?

-No. Ahora llego a casa y pido turno con la Ginecóloga…

6 de noviembre de 2010

Diecisiete.

Una noche, antes de dormir nos enganchamos viendo la peli “Ligeramente embarazada”. Una de esas comedias boludas donde todo lo que puede salir mal, sale peor. Es bastante divertida, pero en ese momento, ver todo lo que podía complicarse y salir mal me angustió bastante. Se me hizo un nudo en el diafragma y se me escaparon algunas lagrimitas.
Cuando terminó la película G. me abrazó y dijo

-Qué linda vas a estar con panza…
 

Sonreí y me quedé callada un rato largo, pensando. Hasta que pude articular una frase…


-¿No te da un poco de miedito? –pregunté

-No.

Me contestó.

Y esa noche no pude dormir….

4 de noviembre de 2010

Dieciseis.


-Papá… tenemos que hablar…

-Te escucho…

-No es fácil lo que te quiero decir…

Le dije haciendo un esfuerzo por desanudarme la garganta y tragarme las lágrimas. Odio que me vea llorar.

-Viste que hace un poco más de tres años que mis hermanas y yo no podemos entrar en tu casa…

-mmm… si…

-Bueno, vos sabés que eso no me gusta y ya lo hablamos varias veces. No lo puedo terminar de entender…

-Si, pero…

-Pará… no es de eso de lo que te quiero hablar… Es difícil y no se bien por donde empezar…

Respiré hondo, como para tomar fuerzas y seguí…

-Bueno… vos ya lo conociste a G., viste que estamos bien, y estamos viviendo juntos… y estamos empezando a planificar cosas…

-Si…

-Bueno… ...que entre esas cosas que estamos planificando... estamos pensando en tener hijos. No ya… sino más adelante… pero lo estamos pensando… y a mí me gustaría saber… ...me gustaría saber si puedo contar con vos, si vas a estar…

-Claro que podés contar conmigo, soy tu papá.

-Si, sos mi papá…. Pero las cosas están raras hace un tiempo, y yo no siento que pueda contar con vos de esa manera. Vivimos a cuatro cuadras y nos vemos cada mil años, y nunca tenés tiempo, y no puedo ir a tu casa… y cuando necesito algo no sos la primer persona en la que pienso, entendés? Pasa que no siento que tenga un lugar para vos…

-Pero…

-Pará, no me interrumpas, es importante. Ya hace un tiempo de esto y yo ya no espero que cambie. No para mí. Me gustaría saber como va a ser para Tu Nieto

-No sé, yo nunca pensé en nietos… No sé si quiero ser abuelo…

-mmmm… me parece que no es decisión tuya... ¿No? …Vas a tener que empezar a pensarlo… porque las cosas cambian… Y me preguntaba qué va a querer hacer Tu Mujer… porque como ella no tiene hijos… no se, estaba pensando que tal vez le interese tener alguna relación con mi hijo que va a ser probablemente lo más cercano a un nieto que tenga en su vida, y si es así decile que lo piense rápido, porque si se va a acordar cuando yo esté con una panza enorme va a ser tarde. No sé si la voy a querer cerca. Así que si tiene algún interés por acercarse el momento es ahora

-Pero si son ustedes las que no se quieren acercar a ella...

-Papá, dejémonos de joder con esa historia. Eso ya fue y las relaciones son siempre en los dos sentidos. No se si te das cuenta pero estoy tratando de acercarme…

-Bueno, dejame que lo piense.

-Pensalo todo lo que quieras. Pero voy a querer una respuesta. Y no para dentro de un año.

2 de noviembre de 2010

Quince.

Mi madre nunca se caracterizó por ser una madre típica. No por lo menos como las madres de mis amigas que no perdían oportunidad para recalcar que felices serían cuando tuvieran nietitos (así, en plural). Pero mi vieja no. Y no porque no le gustaran los chicos. De hecho la he oído quejarse de que no tuvo más hijos porque Mi Padre no quería, que ella hubiera querido tener cuatro, en vez de tres. Tal vez fuera porque yo le había dejado bien clarito que no pensaba tener hijos, que los nietos se los pidiera a mis hermanas menores. O tal vez porque ella todavía esperaba un hijo propio. De hecho hace unos años, apenas pasados los cincuenta, pasó un período largo bajoneada, diciendo a quién quisiera escucharla que ya no iba a poder tener más bebés. Que sus bebés estaban grandes (y no le daban bola) y que ella quería un bebé. Pero no un nieto. Un bebé.

-No es lo mismo.

Contestaba cuando yo le decía que en algún momento iba a tener nietos.

-Cuando es tu bebé es otra cosa.

Decía y la cara se le iluminaba, tal vez por los recuerdos.

Pero esa noche, cuando fuimos con G. a cenar a su casa, el discurso era totalmente diferente. Estaba de un humor espantoso y se pasó toda la cena hablando de las razones para no tener hijos.

-Haceme caso –decía- vos estás a tiempo. No tengas hijos. Al final tu abuelo tenía razón. Son mucho laburo, uno les dedica su vida y terminan siendo unos desagradecidos…

Hice silencio. En otro momento de mi vida tal vez le hubiera dado la razón. Pero en el fondo me rompe las pelotas que no se de cuenta de lo agresivo que es lo que dice. Cuando está así es mejor no opinar. Habría discutido con mi hermana menor, que todavía vive con ella. Pero qué feo es escuchar esas cosas. ¿Será que se olvida que yo también soy su hija? ¿Justo en este momento que estoy empezando a cambiar de ideas tiene que salir con esta cantinela?

¡Qué mal timing!