30 de abril de 2011

Ochenta y seis.


Veintipico de Marzo de 2011.

Después de más de tres semanas de hacerme la boluda, me decidí a llamar a Mi Madre y decirle las cosas en la cara. No podía seguir tragándomelo. Tenía que decírselo o iba a explotar. La llamé y le dije

-¿Podemos vernos? Necesito que hablemos.

-Si, estoy en casa, vení.

Me contestó. Mierda. Mierrrrda. Hubiera preferido sentarnos en un bar cualquiera que tener que ir a su casa. Pero quería sacarme eso de adentro. Así que me subí al colectivo y fui. Temblando. No se porqué me cuesta tanto hablar. Y mucho más hablar con mi madre. Será porque imaginaba cuál podía ser su reacción.

Pero no quedaba otra.

Llegué, hablamos de algunas boludeces, me ofreció un café que no acepté, y finalmente empecé a hablar.

-Antes que nada quería agradecerte por invitarnos de vacaciones. Estuvo buenísimo y lo pasamos genial. Gracias.

-Ok.

-Peeero…. Quería decirte que no me gustó nada lo que pasó esa noche con G.

-¿Qué?

-No te hagas la tonta. La discusión. No me gustó nada. Lo maltrataste. Lo trataste de boludo, a él y a mí también. Y no hacía falta. Yo de última me la banco. Sos Mi Madre. Pero él no tenía porqué. Y me revienta ese maltrato. Creo que ni te das cuenta pero te ponés muy agresiva.

-Me parece que exagerás. Fue una discusión común. La gente discute.

-No me parece, y en todo caso no entiendo porqué tenías que discutir con él de esa forma.

-En realidad la que empeoró las cosas fuiste vos. No tendrías que haberte metido y la discusión hubiera terminado como empezó: civilizadamente.

-Tal vez tengas razón, pero la verdad es que no me la banqué. Esas situaciones me generan muchísima angustia. No las tolero.

-Esa es una dificultad tuya. La gente discute y tenés que empezar a bancartelo.

-Puede ser. Pero igual me parece que no es la manera. No hacía falta que le dijeras a G. que era un inútil que no iba a poder mantener a un hijo, ni que nos echaras en cara que te estás gastando la herencia de la abuela ni que ibamos a tener que pedirle ayuda a Mi Padre.

-Ay… exagerás. No fue así… No era eso lo que quise decir.

-No importa, pero lo dijiste –dije ya con la garganta hecha un nudo y tragandome una catarata de lágrimas- sos muy agresiva. Siempre lo fuiste conmigo y no tengo ganas de bancarmelo más. Basta.

-Siempre lo mismo. Parece que lo único que vos recordás de mí son esas escenitas. Como si nunca hubiera habido cosas buenas. Como si fuera una madre de mierda que lo único que hace es agredirte. Distorsionas las cosas. Además ¿vos pensas que no sos agresiva? Hay algo que se llama la agresividad de la víctima… Siempre te ponés en ese lugar de pobrecita, que los otros te hacen ¿Y vos?

Me quedé en silencio, pensando, llorando. Tal vez tuviera razón. Tal vez yo siempre me ponía en esa posición de denunciar lo agresivo de los otros. De ser una víctima sin poder ver mi propia posición. Tal vez iba a tener que repensar muchas cosas, incluso volver a terapia. La odiaba, pero tenía algo de razón. Y eso me hacía odiarla un poco más. Tenía que reconocerle que a pesar de las muchas putadas que me había hecho en la vida, había muchas más cosas buenas que malas. Que había sido una buena madre a pesar de todo. Abrí la boca e intenté decir algo de esto. Pero solo salieron más lágrimas. Y la garganta se me cerró por completo.

Volví a intentarlo. Entre sollozos logré decir una parte, empezar…

-Es… muy feo lo que me estás diciendo…

pero tal vez sea verdad, iba a decir a continuación, si no me hubiera interrumpido, casi gritando

-¿Ves? ¡Ya estás otra vez en posición de víctima!

Me harté. Me enojé, me cansé. Ni siquiera me iba a dejar darle la razón. ¡Mierda! ¡Así no se puede hablar!!!

-Me voy.

Dije mientras agarraba mi bolso y salía por la puerta.

28 de abril de 2011

Ochenta y cinco.


Veintipico de Marzo de 2011.

Domingo. Sol hermoso. Con G. nos miramos y decidimos salir a caminar un poco. Paseamos por el barrio tomados de la mano, nos sentamos en una placita a disfrutar del solcito de otoño, ese tiebiecito que te acaricia la piel y alma y no te calcina. Hablamos. De la vida, de boludeces varias y cotidianas. Hasta que interrumpo la charla con un pensamiento que vengo arrastrando hace unos días…

-Viste que el trabajo con la obra social viene bien? Ya estoy pensando en cambiar de consultorio, me están mandando varios pacientes y no me alcanzan las horas…

-Qué bueno! Me alegra tanto que lo tuyo esté empezando a despegar…

-Si, buenísimo. Pero estaba pensando…

-…

-¿Te parece que es el mejor momento para quedar embarazada? Digo, recién me conocen, no se si voy a poder tomarme licencia, además los meses que no trabajo no cobro. Y después no sé si me van a bancar y me van a seguir derivando pacientes…

-Bueno, no te adelantes, eso ya se verá…

-No, no. Es un tema que me tiene preocupada. Vos sabes que mi trabajo es así. No tengo sueldo ni aguinaldo, ni vacaciones, menos que menos licencia por maternidad… Estaba pensando si no será mejor idea que me cuide por unos meses hasta que se estabilice un poco todo…

-¿Quéeee? ¿Cómo??

-No se, pensaba empezar a tomar pastillas de nuevo, por unos meses…

-¡Vos estás loca! ¿Unos meses? ¿Cuántos?

-No sé… tres o cuatro meses. Hasta que las cosas se acomoden un poco,  y yo empiece a cobrar, y podamos mudarnos, y…

-Si, vos decís tres o cuatro meses, pero ¿Y yo como se que después no van a ser seis? ¿O un año? ¡Hace casi un año que estamos buscando! ¡Yo no se si quiero esperar tanto!

-Bueno, pero…

-Es tu cuerpo. Y tu trabajo. Vos hacé lo que quieras. Pero a mi la idea mucho no me gusta…

26 de abril de 2011

Ochenta y cuatro.


Veintipico de Marzo de 2011.

Suena el teléfono. Atiendo.

-Hola, ¿Con la Lic. Mañosa?

-Si, ella habla, ¿Quién es?

-Ah, ¿Cómo estás? Soy la coordinadora de la Obra Social X. Era para confirmarte que ya está todo Ok. Cuando puedas pasame la dirección del consultorio y te empezamos a derivar pacientes.

-Buenísimo, tengo que ver algunas cosas, pero a fines de la semana o principio de la próxima la llamo y le confirmo la dirección.

-Ok, tratá de que sea lo antes posible, porque tenemos mucha demanda para esa zona.

-Perfecto. Del lunes no pasa. La llamo.

Estaba feliz. Al fin. Iba a poder trabajar de lo mío, y cobrar. Maravilloso. Ahora... ¿De dónde mierda saco un consultorio por allá? ¡Si ni siquiera conozco la zona! Me puse a buscar y buscar por todos lados. Avisos clasificados, páginas de internet. Hasta por facebook. Hasta que conseguí varios teléfonos. Llamé y arreglé para ir a ver uno el lunes. Me fijé en el mapa y era a 4 cuadras de la estación del tren. Había que ver que la zona no fuera horrorosa, y el consultorio zafara.

Me fui hasta allá ese mismo lunes. Recorrí la zona, me fijé cuando tardaba en llegar en tren, cómo volver, que quedara cerca de la avenida. El consultorio era chiquito pero estaba bien decorado. No era la gran cosa pero iba a servir para empezar, y además era barato. Perfecto. Reservé un par de horas para la semana siguiente y me fui con una copia de la llave.

Llamé a la coordinadora y le di la dirección. Esa misma semana empezaron a derivarme pacientes. No lo podía creer. Al fin las cosas estaban empezando a acomodarse.

Pero empecé a dudar… ¿Era realmente el mejor momento para quedar embarazada? ¿Justo ahora que lo profesional estaba empezando a despegar?

¿Y si esperabamos un poco?

23 de abril de 2011

Ochenta y tres.


22 de Marzo de 2011.

Si hay algo que odio en la vida es que me saquen sangre. Lo detesto. Sé que es una boludez, pero la paso mal. Me pongo ansiosa, me da impresión y me baja la presión. Hasta me desmayé alguna vez. Algunos dicen que es cagazo, otros dicen que es porque soy de baja presión. La cuestión es que no lo paso bien. Pero había que hacerlo.

-Tenés que venir en ayunas, levantarte al menos dos horas antes y no tener relaciones sexuales los dos días anteriores.

Había dicho la chica que me dio el turno por teléfono, y así lo hice. Y si hay algo más molesto que tener que ir a que te saquen sangre es encima tener que esperar. Esperar en ayunas. Feo.
Llegué al laboratorio que me había recomendado mi ginecóloga donde se especializaban en análisis hormonales y estaba lleno de gente. Muy lleno. Había unas 20 sillas en la sala de espera y estaban todas ocupadas. Mierda –pensé- encima tengo que esperar parada.
Pero no quedaba otra. Saqué mi libro y me dispuse a leer, mientras esperaba. Pero no podía concentrarme. Por suerte no demoraron demasiado. No más de media hora. Me senté en esa sillita horrenda, dejé que me apretujaran el brazo con esa goma espantosa que parece un arma de tortura medieval y miré para otro lado. La última vez que cometí el error de mirar… me desmayé. Soporté el pinchazo, respiré hondo y esperé.

-Listo, ahora apretate acá.

Dijo la extraccionista mientras yo luchaba contra el mareo y esa sensación de frío y calor, todo al mismo tiempo.

-¿Estás bien?

-Si, a veces me baja un poquito la presión. ¿Me puedo quedar sentada un ratito?

-Si, tomá un caramelo.

Me quedé sentada un minuto o dos, hasta que recuperé el control de mi cuerpo y pude pararme. Ahora había que esperar que me enviaran los resultados. Por suerte los mandaban por correo, pero demoraba.

-Te van a llegar el 8 de Abril.

Dijo la recepcionista mientras me daban el comprobante. Una cosa menos –pensé- y me fui.

21 de abril de 2011

Ochenta y dos.


11 de Marzo de 2011.

Volví a casa lagrimeando y preocupada. No podía parar de pensar en lo que había dicho ese médico. –No estás ovulando ni lo vas a estar en los próximos días- seguía sonando en mi cabeza como un estribillo. ¿Y si soy yo? ¿Y si mis ovarios no funcionan bien? ¿Y si funciona uno solo? No es imposible, pero sería mucho más difícil…

Cuando llegó G. le conté lo que había pasado.

-Me dijo que no estoy ovulando…- le dije tratando de contener las lágrimas.

-Bueno, ya vas a estar, acordate que tenés ciclos más largos…

-No, pero me dijo que no se veían folículos, no entiendo nada! ¿Y si soy yo? ¿Y si uno de mis ovarios no funciona?

-Pará, no seas exagerada, no sabés. Capaz que el tipo se equivocó… ¿No te habías hecho otra ecografía antes?

-Si, el año pasado, y dio todo bien…

-Bueno, no te adelantes. Esperá un día y empezá con los tests otra vez, tal vez demora…

Dejé pasar un día y empecé con las pruebitas de ovulación otra vez. Las hice el día 14 y salieron dos rayitas, la segunda ligeramente mas clara que la primera. Era un negativo. El 15 y el 16, también negativo, cada vez más clarito. Seguí haciéndolas por las dudas el 17 y el 18, pero la última ya era casi una sola línea. Claramente negativo. Mi preocupación iba en aumento. Por suerte tenía turno para el análisis hormonal el día 23 de mi ciclo, Ahí me iba a poder enterar si algo no andaba bien, y ya faltaba poco.
Mientras tanto tuve la entrevista para ese trabajo. Me fue bastante mejor que en la entrevista anterior, y ya todo parecía estar listo.

-Te va a llamar la coordinadora la semana que viene para confirmarte.

Me dijo, y esta vez me fui más tranquila. Al menos uno de los problemas estaba empezando a resolverse.

19 de abril de 2011

Ochenta y uno.



11 de Marzo de 2011.

Por suerte al día siguiente tenía ya sacado el turno para la ecografía que me había mandado a hacer la Ginecóloga y ahí me iba a enterar bien si estaba ovulando o no. Las indicaciones para la ecografía eran solamente tomar 1 litro de agua una hora antes del estudio y retener. Eso iba a estar difícil, debo tener la vejiga del tamaño de un maní, porque me la paso haciendo pis mil veces al día, pero esta vez iba a tener que hacer el esfuerzo. Tenía turno para las 16.00, así que cuando terminé con la última paciente de la tarde, me senté, almorcé y empecé a tomar agua. Empecé con una botellita de medio litro, despacito hasta que la terminé y me levanté a buscar la segunda. Esta ya me costó un poco más, pero me esforcé y de a poquito fui tomando hasta que llegué a la mitad. Ya era hora de salir, así que me llevé el resto de la botellita para tomar en el viaje, agarré mi cartera y salí. Me subí al ascensor, apreté planta baja y cuando llegué a la puerta volví a mirar el reloj.

¡Pero, la reputísima madre! ¡Eran las 14.30! y yo bajaba convencida de que tenía media hora para tomarme el subte y llegar justito. Me putee en todos los idiomas que conocía y en otros que no, volví a subir a casa, y me fui derechito al baño a hacer pis. No había chance de que aguantara tanto, así que intenté vaciar la vejiga todo lo que pude y empezar de nuevo con las botellitas de agua. Qué tortura. Terminé la primer botellita y me llevé la segunda en la mano. Ya no podía más. Fui todo el viaje en el subte apretando las piernas para no mearme. Por suerte cuando llegué me atendieron rápido.

-¿Porqué te mando una ecografía común en vez de una transvaginal? Con esa no hubieras tenido que retener líquido…

Me preguntó el médico que me atendió.

-No tengo ni la menor idea.

Le contesté, puteando a mi Ginecóloga hasta en Arameo.

-Bueno, levantate la remera, vamos a empezar el estudio.

Dijo el Doctor, mientras me pasaba el aparato ese por la panza.

-¿Se puede ver si estoy ovulando o por ovular? –pregunté- porque ayer me hice una prueba de ovulación y me dio positivo.

-¿Ayer? No, no. No veo folículos acá. Así que ni estás ovulando ni lo vas a estar en los próximos días. Ya está, ahora podés ir al baño…

Fui al baño tratando de contener las lágrimas. ¿Cómo que no estoy ovulando ni lo voy a estar? ¿Y eso que quiere decir? ¿Será que este mes no ovulo? ¿Qué le pasa a mi cuerpo? No entiendo nada…

En el camino a casa, todo el líquido que a duras penas había logrado retener se me escapaba por los ojos y no había forma de pararlo.

16 de abril de 2011

Ochenta.


Primeros días de Marzo de 2011.

Volvimos de las vacaciones relajados y felices. Irse de vacaciones es una prueba para muchas parejas y cuando las cosas no están del todo bien, estar todo el día juntos, tantos días seguidos puede volverse un problema. Pero para nosotros fue genial, la pasamos bárbaro, no nos peleamos más que por las boludeces de todos los días y salvo el incidente con Mi Madre todo fue maravilloso. Los dos necesitábamos ese descanso y sobre todo cortar con la rutina. Veníamos pensando demasiado. La situación económica estaba cada vez más complicada y yo antes de irme había tenido una entrevista para una posibilidad de trabajo muy interesante. Era para ejercer mi profesión para una obra social, que pedía profesionales en la zona sur del conurbano bonaerense, pero pagaba muy bien. La verdad es que las posibilidades de conseguir algo más cerca de mi casa eran casi imposibles, así que dije que sí. Aún sabiendo que iba a ser una viaje largo y tedioso de varios días a la semana. Solo faltaba que me llamaran para concretar una segunda entrevista, esta vez con la coordinadora del área de niños. Apenas llegamos me llamaron y confirmamos la entrevista para la semana siguiente. Un alivio total, si esto se me daba mi vida iba a empezar a cambiar para bien, al fin iba a poder dedicarme a mi profesión a full y vivir bien de eso. Era casi un sueño. Con el relax de las vacaciones a cuestas y el alivio de la posibilidad laboral asomando, G. y yo estábamos como nunca. Siempre teníamos ganas y lo hacíamos todos los días, incluso más de una vez al día. Era genial poder hacerlo por placer y no porque había que hacerlo. Esa rutina se estaba volviendo medio insoportable. Disfrutamos así de una semana o un poco más de casi una luna de miel.

Lástima que no fuera la fecha en que se suponía que estaba ovulando.

Cuando llegó el día 10 de mi ciclo empecé otra vez con las pruebitas de ovulación. Venía observando hace un tiempo el flujo, pero hasta ahora no había detectado ese flujo gelatinoso y transparente que dicen que aparece antes de la ovulación, sino más bien uno blanquito y medio pastoso. La primera dio negativo, tal como esperaba. Pero cuando hice la segunda el resultado no era muy claro. Había claramente dos líneas, pero no estaba del todo seguro si eran del mismo tono… La primera era la línea de control, la segunda se suponía que tenía que ser del mismo color o más oscura para ser un positivo. No esperaba un positivo tan pronto además, así que eso me generó más dudas. Salí del baño con la tirita en la mano y se la mostré a G.

-Parece que es un positivo, pero ¿vos que pensás? ¿Son del mismo color? ¿O ésta es más oscura?

Le pregunté, señalando la línea de control.

-mmm… a ver… no sé, para mí son iguales… dejame ver bien…

-Si son iguales tiene que ser un positivo… Pero es raro, por el flujo no parece que esté por ovular…

-Bueno, por las dudas probemos…

Me dijo, guiñándome un ojito mientras nos abrazábamos y empezaba a volar la ropa…

14 de abril de 2011

Setenta y nueve.


Primeros días de Marzo de 2011.

Arreglamos para juntarnos con La Colo y La Morocha ese mismo fin de semana y yo estuve toda la semana sintiéndome una perra por haber reaccionado tan mal con la noticia. Pero La Colo siempre fue una caja de sorpresas, uno nunca sabe con qué se va a encontrar. Hacía largos meses que no nos veíamos y cada vez que organizabamos algo ella cancelaba a último momento. Incluso no había venido a mi cumpleaños y por un tiempo había estado bastante enojada con ella, pero ya se me había pasado. Así que, tratando de ponerle mucha onda y esperando encontrarme con el relato de la felicidad completa y el Príncipe Celeste instantáneo (Si, porque seamos honestas, el azul destiñe…) me subí al colectivo rumbo a la casa de La Morocha que nos esperaba como siempre con cosas ricas. Llego, toco el timbre y espero.

Al rato la veo bajar a La Morocha con cara rara.

-La Colo ya llegó…

Qué raro –pienso- nunca fue tan puntual…

-Está llorando

Agrega La Morocha en voz bajita mientras subimos la escalera.

-¿Queeeeé???? ¿Porqué?

-Se peleó con el chico.

Entro y me encuentro con una escena totalmente distinta de lo que me esperaba. La Colo despatarrada en el sillón, lagrimeando, me abraza y dice

-Me dejooooó….

-¿Qué? ¿Qué pasó?

-Nos peleamos… -dice entre mocos y sollozos–últimamente nos peleamos todo el tiempo, me trata maaaal… es maaaaloooooo

Y se larga a llorar desconsoladamente como una nena. Vamos a la cocina, servimos algo para tomar y le damos pañuelitos de papel, esperando que se tranquilice un poco y nos pueda contar bien que pasó. No entendemos nada.

-Colo, tomá. Tranquilizate un poco y contanos qué pasó, ¿De cuánto estas?

-De ocho semanas –dice tocándose la panza.

-¿Y lo estaban buscando? –le pregunto.

-Si, en Enero decidimos dejar de cuidarnos. Hasta ahí estaba todo bien, parecía perfecto. Pero después nos fuimos de vacaciones y empezó con los celos y los malos tratos y lo empecé a pensar. Cuando volví fui a la ginecóloga para pedirle pastillas otra vez…  Pero ya no me vino, y… bueno… después me fui a hacer la ecografía, y las cosas con él estaban cada vez peor. Me cela todo el tiempo, se enoja cuando quiero salir y me maltrata. Y el sale cuando quiere. Y no me da bola. Yo me pongo mal y el me grita. Y me dice –acá las cosas se hacen como yo digo.

-Colo, pero ¿Cuánto hace que están juntos?

-Y… desde junio… van a ser nueves meses…

-¿Y ahora?

-No sé… yo hoy me vuelvo a lo de mi papá. El dice que no me aguanta más, que no quiere estar más conmigo… y yo… ¿Qué voy a hacer?

Dice y arranca a llorar otra vez. La Morocha y yo nos miramos sin saber mucho que hacer.
Sabía que iba a sonir horrible, pero era inevitable. Tenía que preguntarselo

-Colo... y qué vas a hacer con el embarazo?

-Y… no sé… yo estaba contenta… pero así no sé. Yo no estoy bien… ¡No voy a poder sola…!

-Ay, qué difícil, nena. No se qué decirte. ¿Pensaste las opciones? Todavía estas de ocho semanas… hay cosas que se pueden hacer… Pero tenés que estar segura y tomar una decisión. Pensalo bien…

Y así seguimos durante un par de horas más. Tratando de escucharla y contenerla, de pensar las opciones y tratar de que se tranquilice y piense en frio. Recomendandole que retome su terapia urgente y que de ser posible consulte un psiquiatra. Pero estaba muy desbordada y no podía ni pensar. Finalmente nos subimos al auto de La Morocha y la acompañamos hasta la casa del padre. No estaba en condiciones de irse sola así. La dejamos tratando de tranquilizarla un poco y seguimos camino. Nos quedamos preocupadas las dos, pero a la vez con la sensación de que la situación nos excede.

-Vas a ver que la semana que viene está otra vez con él y sigue con el embarazo como si nada.
 

12 de abril de 2011

Setenta y ocho.



Fin de Febrero de 2011.

De más está decir que la discusión no terminó ahí. O sí, pero no la mala onda. Yo me encerré en el cuarto y no podía parar de llorar, estaba indignada.

-Qué se la agarre conmigo me la banco, es Mi Madre, pero ¿con vos?

Le decía a G. Él estaba tranquilo. Demasiado tranquilo. Yo no entendía nada.

-Hay que aguantar pacíficamente hasta mañana. Tenemos que volver en el mismo auto ¿Te acordás? Después veremos qué pasa.

Planteaba con una frialdad que me dejaba asombrada. Ojalá para mí las cosas fueran tan fáciles. Ojalá supiera disimular y ser políticamente correcta. Pero no me sale. Mi cara de culo debía ser visible hasta desde la orilla del mar. La cena de esa última noche estuvo complicadísima. Casi ni hablamos y el aire se cortaba con un cuchillo. Yo tenía la garganta cerrada como culo de muñeca y la sola idea de cenar me resultaba complicada. Encima mi madre no tuvo mejor idea que ir a comer afuera, los tres juntitos. Bah, los cuatro, nosotros y el perrito de Mi Madre. El típico perrito faldero que no paraba de ladrar. En fin. No hace falta decir que la cena estuvo bastante difícil. Discusiones con la moza, el perrito de mi madre peleandose con los perros callejeros con un huesito y por supuesto, no podía faltar la discusión a la hora de pagar. Después de la escenita anterior G. no iba a permitir que mi madre nos pagara la cena (y yo tampoco) así fuera que cuando volvamos no tengamos con qué comer. Al día siguiente nos levantamos temprano, terminamos de armar el bolso y nos fuimos solitos a la playa. Un poco de paz, sin Mi Madre. A disfrutar el Mar por última vez. Quien sabe si algún día volveríamos a estar solos en la playa! El día estaba hermoso y no daban ganas de irse. Pero habíamos arreglado salir alrededor del mediodía para llegar tranquilos, y en algún momento había que irse.

Nos despedimos del mar mientras yo no podía dejar de pensar en la noche anterior. Todo tiene un precio –pensaba-y éste es el precio de aceptar algo de Mi Madre, ¿Qué me había creído? ¿Qué iba a ser gratis?

Nos abrazamos por última vez frente la orilla tratando de absorberlo todo. De llevarnos grabado en la piel el olor del mar, el ruido, la sensación del agüita en los pies, la arena. Y esa vista maravillosa.



Finalmente nos fuimos, y el viaje en auto fue bastante tenso, pero por suerte con poco tráfico. Llegamos bastante rápido. Nos bajamos del auto, saludamos a Mi Madre y haciendo un gran esfuerzo la abracé y le agradecí por todo.

Nada fue más aliviante que entrar en casa y estar al fin solos.

-Creo que no voy a ver a Mi Madre por un buen tiempo…

9 de abril de 2011

Setenta y siete.


Fin de Febrero de 2011.

Cuando finalmente me vino ya era 28 de Febrero y era hora de volver. Fin de las vacaciones. Una pena. Era la primera vez que nos ibamos a algun lado con G. y lo habíamos pasado maravillosamente. Nos relajamos, dormimos, leimos mucho, caminamos, nos imaginamos con un bebé en esas playas de a tres. Jugando en la arena y metiendo las patitas en el agua… ¡Qué lindo sería! Fue todo casi perfecto. Digo casi, porque por supuesto, con Mi Madre no podía faltar algún mal momento. Era la especialidad de la casa y se lo venía reservando demasiado bien, era la frutilla del postre, del último día. La noche anterior al día que teníamos que volvernos sucedió algo más o menos así…

G. miraba un partido de futbol mientras yo empezaba a armar el bolso. En el medio del partido, lleno de publicidad oficial, G. que es pasional y enfermizamente Anti, empieza a despotricar contra las huevadas que dicen en las publicidades, en un volumen en el que hasta los vecinos podían escucharlo. Yo ya estoy acostumbrada y se lo perdono. Todos tenemos nuestros defectos... a mí la política me desagrada bastante, pero a él lo apasiona.

-¡Estos hijos de puta no tienen vergüenza! Ahora dicen que la obra de Yaciretá la empezó el Nésssstor y la terminó la Cristinita. ¡Si esa obra la empezó Alfonsín en los ´80! Qué hijos de puta mentirosos y blablabla….

De lejos escucho que mi madre se suma a la conversación y empiezan a intercambiar ideas de política, en lo que no soy muy afines…

-Bueno, al menos estos cuando roban reparten (!)…

-No, pero no puede ser, son un desastre, se llenan la boca hablando de obras que ni siquiera las hicieron ellos, inauguran lo mismo tres veces para las cámaras. Y encima está todo re parado, nosotros no tenemos laburo, no sale nada por culpa de ellos, y blablabla…

Decía G. cada vez más impetuosamente y mi madre le contestaba. No había chance que se pusieran de acuerdo. Hasta que el tono de la voz de mi madre empezó a elevarse.

-A ver si en vez de despotricar contra el gobierno te empezás a ocupar de vos, que si no hay laburo en lo que estás haciendo habrá que buscar otra cosa, como hacemos todos… o ¿cómo piensan mantener a un hijo si no? ¡Uno no puede esperar que el gobierno le solucione la vida!

-Me parece que nos fuimos de tema, yo estaba hablando de…

Intentó interrumpirla G. Pero cuando mi madre arranca es como una catarata: imparable.

-…que ésto no puede ser! Yo me estoy gastando la herencia de la abuela, y el padre de M. no va a estar siempre ahí para solucionarles la vida, y blablablablablablablablaaaaaaa

Yo seguía en la habitación escuchando esta escenita, cada vez más angustiada y pensando cómo no lo había visto venir. Recordaba otras escenitas de mi infancia y pensaba ¿Qué hago? ¿Los dejo que se maten o intervengo? Encima estamos lejos, no nos podemos ir… Hasta que me harté. Salí de la habitación y grité (¿Grité? Si, debo haber gritado…)

-¡Se dejan de joder los dos!!!!? Lo estábamos pasando bien, ¿Hacía falta arruinarlo el último día??

7 de abril de 2011

Setenta y seis.

26 de Febrero de 2011

Junté la orina, hice el test… y esperé. Y el resultado como siempre fue negativo. En realidad no me sorprendió demasiado, aunque algunas ilusiones uno siempre se hace. Me puse un tampón, una malla y volvimos a la playa. El día estaba hermoso así que me clavé un ibuprofeno y nos fuimos a disfrutar del mar. Un rato más tarde llamé a mi amiga La Morocha, que había quedado en pasar un rato por casa para ver como estaban mis gatos. Hacía más de una semana que no los veíamos y estaba un poco preocupada, aunque sabía que alguien iba a pasar a darles de comer todos los días.

-Hola Morocha! ¿Cómo estás?

-Hola! Todo bien, estoy con mi mamá y mi tía yendo a las termas… ¿Vos?

-Todo bien, acá en la playita, el día está divino… ¿Pasaste el otro día a ver a mis bebés?

-Si, fui un rato, estaban re mimosos. ¡Te mandé unas fotos!

-Si, me llegó una… ¿Vos podrás pasar un ratito el domingo?

-No sé si llego, sino paso el lunes un rato… ¡Ah! ¡No sabés quién me llamó la semana pasada!

-¿Quién?

-La Colorada, viste que estaba re borrada, hace mil que no la vemos…

-Si, a mi me mandó un mensaje para vernos ahora que lo decís… ¿Qué cuenta?

-Me terminó contando por teléfono ...que está embarazada…

-¿Quéeee????

-Si... dice que está contenta.

-¡No te lo puedo creer! ¡No sabía que estaba buscando! Si hace poco que está con ese flaco…

-Si, yo tampoco lo puedo creer…

-Bueno, Morocha, cuando vuelvo te llamo y arreglamos para encontrarnos las tres.

Le dije, y corté. La noticia me cayó como una trompada en la boca del estómago. Literalmente me dejó sin aire. Justo en el mismo día que me hice un test y me dio negativo. Me sentí una hijademilputas, pero la verdad es que me cayó mal. La Colo y La Morocha fueron las primeras dos amigas a las que les conté que estabamos buscando. Y hacía ¿Cuánto? Siete, ocho meses, nueve como mucho, que ella estaba saliendo con este flaco. Ni lo conocíamos pero algo nos olía mal. ¿Cómo pudo quedar embarazada tan rápido? ¿Y porqué a mi me costaba tanto? En ese momento estaba tan rayada que me parecía que me lo había hecho a propósito. Pero era obvio que no podía ser así. Me daba bronca y me sentía una mierda al mismo tiempo. Caminé con G. hasta la orilla del mar tratando de recuperar el aliento. Pero me iba a tomar un buen rato poder pensar en otra cosa…

5 de abril de 2011

Setenta y cinco.


Veintipico de Febrero de 2011.

La verdad es que lo pasamos muy bien. La convivencia con Mi Madre era más pacífica de lo que esperaba. Tuvimos un par de días feos, con lluvia y un poco de frío, pero fuimos a la playa igual, leimos, dormimos y comimos mucho. También paseamos, caminamos con los piecitos en la arena. Después vinieron un par de días lindos ¡Por suerte! Y vino Mi Hermana la del Medio a quedarse unos días. Y nos divertimos mucho. Cocinamos, tomamos vino, comimos cosas raras y nos metimos mucho al mar. Salvo algún paciente desubicado nada interrumpía la tranquilidad de estar de vacaciones. Realmente lo necesitábamos y daban ganas de no volver nunca más. Estaba todo casi perfecto. Casi. Digo casi porque se iba acercando fin de mes y yo estaba cada vez más hinchada, empezaba a tener algunos dolores ahí abajo y tenía toda la sensación de que me estaba por venir, pero nada. Tres o cuatro días antes de que tuvieramos que volvernos empecé con una manchita rosada y las molestias de siempre. Al día siguiente las manchitas ya eran dos o tres y cada vez que me quería meter al mar lo pensaba un buen rato. Me había puesto un carefree en la malla y meterse al agua con eso era un embole. Y encima el agua estaba fría y tenía miedo que se me cortara y hacer un lío con las fechas. Pero el mar siempre puede más ¿Cómo estar en la playa y no meterse al mar? Era casi un sacrilegio. Así que no me importó nada y me metí igual. ¡Cómo amo el mar! Me pasaría todo el día saltando olas.


-Si todavía no te vino tené cuidado con las olas –decía Mi Madre- tratá de que no te peguen en la panza.

-No exageres, Ma. No me vino pero me está por venir…

-No sabés…

Y al día siguiente eran de nuevo dos o tres manchitas. Pero seguía sin concretarse nada. Puta madre. Yo me moría de ganas de ponerme un tampón y disfrutar de la playa a full. Pero ¿Y si no era? ¿Me haría mal ponerme un tampón? Mejor por las dudas no… Me puse una toallita bajo la malla y me fui a la playa. Esa mañana no me metí al mar. El malestar que sentía ya era bastante incómodo y encima salir del mar con la toallita ensopada era demasiado. Al mediodía nos fuimos con G. al departamento a preparar algo para almorzar.

-Me voy a hacer un test así me quedo tranquila y veo si me puedo poner un tampón y olvidarme.

Le dije y me fui al baño con el sobrecito del test y un vaso descartable para juntar el pis.

2 de abril de 2011

Setenta y cuatro.


Veintialgo de Febrero de 2011.

Estaba muy embarazada, con una panza enorme y redonda. Era un hospital o una clínica. Después me despertaba como de una anestesia y ya no tenía panza. No entendía nada. No recordaba qué había pasado. Buscaba en mi computadora y encontraba unas páginas que había escrito contando lo que había pasado. Pero no lo recordaba ni me reconocía en lo escrito. Llamaba al médico y al anestesista. Les gritaba. Les recriminaba que me hubieran sedado, no quería que fuera así. No quería una cesárea, no quería no recordar nada. Entraba una enfermera con un paquetito rosa y me lo daba. Era una nena.
G. estaba ahí agarrándome de la mano.
Yo lo miraba y le decía


-Es una nena, se va a llamar Agustina.

-Agustina… me gusta- decía G.


Y me desperté.

Me levanté con una sensación rara. No podía dejar de pensar en ese sueño… y en ese nombre: Agustina. No es un mal nombre, pensé.

Más tarde, en la playa, le conté el sueño a G.

-Soñé que teníamos una nena, y elegíamos el nombre. ¡Nos poníamos de acuerdo! Le poníamos Agustina y nos gustaba a los dos.

-Agustina –dice, repitiendo el nombre para él, saboreándolo –no está mal… Podemos llamarla -Agus- cuando está todo bien. Y si se porta mal le gritamos
-¡AGUSSSTIIIIINAAAAAAAAAA!